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CRÍTICAS

EXPOSICIÓN EN SEVILLA

No, no es fácil. No es fácil pintar ahora el campo de Andalucía sin ponerle pinceladas de amargura. Cuando el campo está así de sensibilizado y así de seco y así de preocupado. Cuando el trabajo escasea y el paro crece. Cuando las hojas están sucias del polvo de tantos meses y los frutos no se hinchan y todos los surcos tienen sed.

Y, sin embargo, Manuel Barahona, un cordobés de Puente Genil, pinta el campo de Andalucía con todo lo que tiene—que sigue teniendo a pesar de todo— de bello y de profundo y de esperanzado. Con el color de sus días abiertos, de cuando el sol hace madurar las cosas que fueron regadas con generosidad por los temporales del otoño. Piensa Manuel Barahona que tiene que pintar el campo así, despojado de reivindicaciones vociferantes: porque, pese a estas adversidades, el campo es una esperanza permanente.

Manuel Barahona nació en 1948. Cuando tenía veintiuno, le dieron una beca para la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba. Cuando tenía veintisiete, se vino a Sevilla, a la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría donde completaría sus estudios de profesorado. A medio camino de esa su última etapa de formación, obtendría el segundo premio en el lll Certamen Nacional del Deporte en las Artes, de Sevilla. Y el año pasado ya con su titulo de profesor en el bolsillo le dieron nada menos que la beca “Bartolomé Esteban Murillo” para que pudiera estudiar pintura en Londres.

Manuel Barahona ha hecho, en pintura, casi de todo. Era la búsqueda inevitable e impenitente de los caminos. Hasta que, un buen día, supo que los senderos de su inquietud artística—si de verdad quería realizarse como pintor—tenían que pasar por entre las hileras infinitas de las viñas en el campo de Jerez, en la campiña de Montilla. Que tenía que irse a sorprender el juego de la luz por entre Ias hojas breves de los olivos de esta Andalucía la Baja, sobre el verdor compacto de los largos campos—con humedad y sol—donde el algodón se hace copo de nieve cuando el verano declina.

Y desde entonces los pinceles de Manuel Barahona parecen no tener otra vibración y otra luz que esas de los campos de esta Andalucía de acá, la Andalucía de las tierras bajas de Córdoba, de Cádiz y de Sevilla. Aquí está el campo cuyo mensaje intenta Barahona desentrañar y trasmitir.

FRANCISCO ANGLADA 

Nueva Andalucía, Sevilla.