CRÍTICAS

EXPOSICIÓN EN GRANADA 2002

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La Andalucía de los olivos, mar verde que se desgrana en tonos hasta el infinito. La Andalucía que trabaja la tierra. La recogida de la aceituna o de la uva. El sol intenso, inundándolo todo. Y los maravillosos tonos grises, plateados, nadie como él sabe pintarlos, de las densas copas de los olivos. La tierra sentido, los pies con firmes raíces.

Manuel Barahona, andaluz de intensos sentimientos que canta, a través de su obra, su tierra. Y, cosa curiosa, sabe comunicar este sentimiento a diferentes culturas.

Su obra place tanto en su tierra, y lógico es, como en cualquier otro lugar de España, de Europa.

Pintor que hace ondear, con orgullo, la bandera del andalucismo.

Pincelada suelta hasta el punto justo; los temas sujetados con firmeza desde el primer momento. El detalle queda, aparentemente, a un lado. Pero también lo cuida. Tierras de secano, de resoles intensos, de cielos azules. Y gente, hombres y mujeres, que animan y dan vida a la tierra, a la del Sur de España, a su tierra.

Hay poesía en su relato descriptivo, hay sensibilidad y amor a raudales. Y lejos quedan los tópicos. Podría convertir su pintura en bandería, en problema. Pero no lo hace. Es la pura realidad lo que pinta. Y lo hace con acento propio.

Ha creado Manuel Barahona escuela, legión de seguidores tiene, señal indudable de que su trabajo ha abierto sendas y no por su tierra andaluza sino por las tierras del mundo del arte.

JUAN LLOP SELLARÉS
Gal Art 219 Junio 2002.