CRÍTICAS

EXPOSICIÓN EN NANTES, FRANCIA 1998

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(Traducción de la crítica en francés Manuel Barahona, Pintor andaluz)

Nacido en Córdoba, viviendo en Sevilla, Barahona es un auténtico intérprete de Andalucía como Federico García Lorca lo fue en poesía, como tantos otros lo son por el baile. No es la Andalucía de los suntuosos monumentos de Granada o de Córdoba la que él representa sino que sensible al estremecimiento de su tierra natal, se aplica en pintar a aquellos que viven en contacto en ella, a los que la trabajan cultivando extensas superficies bajo el sol ardiente. Para él no es cuestión de ceder a la facilidad de la expresión folklórica, aunque el artista impregnado del sentido y del amor por su tierra posee un infinito respeto por aquellos que viven en osmosis con ella. Ellos se dedican al trabajo de la siega, de la vendimia, de la recolección de la aceituna, de la cogida del algodón. Barahona nos presenta pues grupos de mujeres y hombres trabajando al aire libre, sus actitudes son perfectamente justas, sus gestos precisos, tocados con grandes sombreros de paja protectores reflejando la luz resplandeciente de un invisible manantial de luz que parecen ser otros tantos soles iluminando el lienzo.

En sus obras bien compuestas los personajes están agrupados de la manera más natural en actitudes diferentes, activándose inclinados sobre la tierra se funden con el paisaje. Todo vibra en esas extensiones de trigo de un amarillo profundo intensamente luminoso, la forma de tratar los colores es particularmente acertada, pues si el verde es un color difícil de utilizar en pintura el artista domina perfectamente su empleo en las ramas atenuadas de los olivos y el más vivo de los pies de viñas puestos de relieve por un precioso toque de rojo o de rosa asegurando por su calor la indispensable complementariedad de los colores fríos. La paleta del pintor está perfectamente equilibrada lo que le permite literalmente bañar sus lienzos de luz, la luz resplandeciente del sur de España. Ningún sol en el cielo pero su brillo ha impregnado los tallos de los cereales, los pámpanos de los viñedos y el sol, se refleja sobre las chaquetas y los sombreros de paja calentando el verde de las hojas. No se trata de una pintura solamente anecdótica, es la celebración de la luz profundamente sentida por un artista vinculado a su Andalucía natal que hace de sus obras pictóricas otros tantos himnos a la naturaleza.

ELIANE FOUCHER 

Nantes Poche. 1998.